¡Realmente el tiempo pasa volando! Ya hace cinco meses que llegamos a tierras australes y casi no nos hemos dado ni cuenta. Supongo que será porque el trabajo de adaptarse te mantiene enormemente entretenido. No os voy a mentir y a deciros que todo está siendo un camino de rosas. Cada día tiene sus nuevos retos y sus pequeñas frustraciones. Absolutamente todo es nuevo y vives en una constante sensación de no controlar tu entorno. Mudarse a otro país es la cura absoluta para la rutina y el tedio. Pero en el fondo nos va la marcha, y nos encanta el constante descubrir, aprender y disfrutar de ese cosquilleo de las primeras veces, que sabemos que, tarde o temprano, desparecerá con el tiempo.
Para que veáis que no lo estamos haciendo tan mal, que sepáis que la gente se asombra de que llevemos tan corto espacio de tiempo aquí. Puede ser que realmente nos vean perdidos y desorientados, cual ovejitas fuera del rebaño, y solo traten de darnos ánimos; pero oye, a nosotros nos sube la moral. Y al menos creo que ya hemos superado los asombros iniciales. Con esto no digo que algunas cosas no nos sigan pareciendo chocantes, pero ya hemos superado eso de ir por ahí poniendo unas caras que ni el tipo de “El Grito” de Munch.
LAS PELUQUERIAS. A esto no me voy a acostumbrar en la vida, simplemente porque por comparación con España los precios aquí no es que sean altos, es que son escandalosos. Creo que deberían estudiar un trastorno psicológico que afecta a los peluqueros australianos que deberíamos denominar el “Síndrome Llongueras” ¡Uy! Perdón. ¿He dicho peluqueros? Qué osadía la mía. Aquí son “Hair Stylist” o “Colour Specialist” Y poco más que les falta delante el título de “Lord” o “Lady”, que clases siempre las ha habido y aquí los profesionales del cabello tienen su estatus. Ya sé que estoy sonando terriblemente exagerada, que parece ser defecto de los andaluces (aunque ahí hay más tópico que verdad) Pero juzgad por vosotros mismos (y que conste que ofrezco esta información a consta de destapar que sí, señores, tengo canas y no queda otra que teñirlas…): teñir raíces, baño de color en el pelo, corte y secado por el módico precio de 180 dólares, es decir, unos 120 euros. Y, el corte de pelo al que nos referimos sería el equivalente a cortar las puntas en España. Si quieres un “Style Cut”, es decir, que te cambien el corte de pelo ya sea en forma o en longitud, prepara el bolsillo porque solo eso te costará de 70 dólares para arriba, unos 46 euros. Y que conste que no estamos hablando de una peluquería de postín con interiorismo de diseño. 120 “eurazos” por arreglarte el pelo en una peluquería de las que en España calificaríamos como “de toda la vida” Así que ya os podéis imaginar los precios de las peluquerías pijas. Eso sí, al menos te ponen un café.
¡Ah! Pero luego está lo más gracioso del tema, que aún queda espacio para la estupefacción. Te cobran en función de la longitud del cabello. Sí, si… Tienen tarifas para largos S, M, L y XL, ya sea tinte, corte o secado. Que mire usted que no se tarda lo mismo en secar el pelito corto que una melenita a media espalda. Aquí el que quiera tener pelo largo, que lo pague. Yo ya no puedo evitar empezar a verlo como un símbolo de estatus. En vez de fijarte en el coche que lleva la gente, cuando ves a alguien con el pelo por la cintura te dices: “¡Ostras! Esa tiene que estar ganándolo bien” Ya me voy explicando por qué la mayoría de las australianas llevan el pelo no más largo que la altura del hombro. El presupuesto que hay que destinar para peluquería es fino… Y las peluquerías de hombres, que aquí son las “Barber Shop”, tampoco se escapan del “Síndrome LLongueras” Mínimo de 25 dólares por corte para adultos y de 20 dólares para niños. Aunque la media está en unos 35 dólares, unos 23 euros.
Como echamos de menos las “pelus del Edu y la Maria José” Así que, recomendación para los visitantes: la pelu me la traéis hecha de casa si no queréis que os cueste más que una operación de prótesis de cadera.
EL TUCKSHOP. Aaaaayyyyy… EL TUCKSHOP. Así, con mayúsculas. Repitamos, EL TUCKSHOP. Esa suerte de cantina infantil donde realmente están convencidos de que sirven comida basada en una dieta sana y equilibrada. Repitamos: EL TUCKSHOP…. EL TUCKSHOP…. Ohmmm… Ohmmm… Lo siento pero necesito equilibrar mi yin y mi yan para aproximarme a este tema sin demasiada acritud. Ohmmm… Ohmmm… Y es que me he dado cuenta de que tengo una incapacidad manifiesta para aceptar el sistema de EL TUCKSHOP, la cual me causa irritabilidad ligera y frustración intensa. Y creo acertado pensar que esta situación viene provocada por tantos años de formación en el sistema educativo español. Si, no me miréis así. Digo una verdad como un templo. Todos mis años infantiles aprendiendo la pirámide alimentaria y la dieta mediterránea; comiendo bendita comida casera en los comedores escolares (aunque aún sigo odiando la cazuela de fideos con habas); aprendiendo la importancia de una dieta equilibrada… Claro, luego llegas a Australia y todos son traumas. ¿Dónde están los platitos calientes de lentejas y los pucheritos de garbanzos? ¿Dónde el pescadito a la plancha y las albóndigas en salsa? ¿Y las ensaladas y la fruta de postre? Pues todo sustituido por un menú que supuestamente sigue las recomendaciones de dieta saludable del Gobierno de Queensland… Ohmmmm… Ohmmmm… ¿Qué soy exagerada? Os pongo el menú de EL TUCKSHOP:
Y eso no es todo… ¿Os pensáis que tienen un comedor con mesas para comer su almuerzo? ¡ERROR! Comen sentados en unos banquitos, debajo de unos “chambaítos” y con su “lunchbox” sobre las rodillas. Así que las opciones de comida que les puedes poner se reducen bastante. Aquí almorzar es un trámite. Comen en 15 minutos y a jugar. Ohmmmm… Ohmmmm…
Visto lo visto, tengo dos opciones frente a EL TUCKSHOP:
Opción 1: aliarme con Jaime Oliver y empezar una campaña en Change.org para promover unos comedores como dios manda en Australia
Opción 2: respirar hondo y optar por el “Take it Easy” (que traducido sería algo así como “Tomarse las cosas con calma”)
Así que, con todo lo que ya llevamos encima, me he apuntado más bien a lo segundo, junto a las clases de meditación trascendental. Ohmmmm… Ohmmmm…
Al menos intento prepararles almuerzos variados, siempre con piezas de fruta, lácteos (como batidos o petit suisse para llevar), tomatitos cherry o bastoncitos de zanahoria, termos de gazpacho, sándwiches con lechuga y tomate, filetes empanados o rusos, tortilla de patatas, galletas… Y por la noche a compensar con sopitas, cremas, carnes guisadas e incluso “papas con choco” Porque claro, no les puedes poner para almorzar cosas que no les gusten, ya que, como nadie les controla a la hora de la comida, si no les gusta lo que les has puesto, lo tiran y aquí no se entera nadie. Nada de monitoras obligándoles a comer las alubias o las espinacas. Pero he de reconocer que un par de días en semana, para que coman caliente, les pedimos un plato principal de EL TUCKSHOP suele ser lasaña, dino nuggets, hamburguesa, pizza o incluso un “hot pie”, que es una suerte de pastel de carne muy popular aquí en Australia. Como podéis ver, todo comida “muuuuyyyyyy sana” Ohmmmm… Ohmmmm… Lo único bueno es que los niños están contentísimos y encantadísimos con el cambio. Menos mal que, aunque nuestro trabajito nos costó, ya comen de todo y tienen una educación alimentaria bastante sólida. Yo, si me lo permitís, voy a hacer meditación que ya me toca prepararles el almuerzo… Ohmmmm… Ohmmmm…
LAS LIMPIEZA DOMÉSTICA: Siguiendo el hilo de las peluquerías carísimas, pasamos al interesantes capítulo de “Cobro 25 dólares la hora porque yo lo valgo” Ojiplática me quedé cuando vi el precio medio de la hora de limpieza en Brisbane. Entre 25 y 30 dólares, que viene a ser entre 16 y 20 euros. ¿Perdón? ¿Mande…??? Y a esta divina casa nadie le quita de encima unas 5 o 6 horitas de limpieza, digamos, somera. Si quieres algo más en profundidad, suma y sigue. Así que, con semejante tarifa, hemos decidido hacer pacto familiar de limpieza conjunta para, con ese dinerito que nos ahorramos cada mes, darnos un viajecito por este lado del globo. No sé cuánto nos durarán la intención y las ganas, pero por ahora todos nos arremangamos, niños incluidos, para dejar la casa como una patena. Dicho sea de paso, esto también ayuda a que mis peques aprendan a echar una mano y a ser más limpios y ordenados; ya saben que si ensucian luego lo tienen que limpiar ellos. Y yo les repito lo que una vez me dijo mi tío Jaime, que quienes lo conozcáis, sabéis que es el paradigma del orden y la limpieza: no es más limpio el que más limpia sino el que menos ensucia. Eso sí, con el mismo orgullo con que pregono nuestro compromiso con la responsabilidad de limpiar nosotros mismos, prometo hacer lo propio cuando toque reconocer que estamos hasta el moño de pasar la escoba y el mocho, y nos estemos gastando la herencia familiar en hacer nuestra vida más cómoda. Como solemos perjurar en esta familia cuando toca dar la palabra sobre algo importante… ¡Promesa de meñique!