Siguiendo con la estela de celebraciones australianas, os quiero contar cómo vivimos uno de sus días grandes, el ANZAC Day, o lo que vendría a ser el equivalente a nuestro día de las fuerzas armadas.
Preparados para presenciar una demostración de músculo militar, nuestras expectativas se tornaron en una experiencia mucho más emotiva de lo esperado. Lejos de la grandiosidad de un desfile copado de tanques, militares a caballo y cazas surcando el cielo, nos topamos con un homenaje muy sentido a aquellos que lucharon por su patria. Pero empecemos por el principio.
El ANZAC Day podríamos más bien denominarlo como ANZAC Week. Durante la semana previa a la celebración del 25 de Abril, Australia vive inmersa en una vuelta al pasado cargada de solemnidad. En todas las iglesias se programan “memorials” para honrar a los caídos; en los colegios se les explica a los niños qué es el ANZAC, su historia y su importancia; en la televisión se programan documentales y se emiten en directo los preparativos que se llevan a cabo en todo el país. Se respira en el ambiente una mezcla de orgullo y tristeza a partes iguales; porque para los australianos el ANZAC Day es, sobre todo, un reconocimiento a las personas que lucharon y luchan bajo su bandera.
ANZAC es el acrónimo de “Australian and New Zealand Army Corps”. Tuvo su origen en la primera Guerra Mundial en la que australianos y neozelandeses pelearon codo con codo con los europeos. La festividad del día se debe a la fecha del desembarco del ANZAC, el 25 de abril de 1915, en Galípoli, Turquía, en lo que fue su primera participación como tropas conjuntas en un conflicto armado. Lo importante de la constitución del ANZAC es que los australianos sintieron por primera vez que eran una nación, y que los que habían ido a luchar no eran ingleses de las colonias, sino ciudadanos nativos de Australia (porque recordemos que durante muchos años fue colonia británica, y de hecho, la reina de Inglaterra sigue siendo reina de Australia)
Los niños en el colegio también tuvieron su ANZAC Week. Durante toda la semana les contaron historias de batallas e incluso de vidas de soldados o enfermeras. Los australianos guardan como oro en paño los archivos que dejan testimonio de las personas que participaron en las distintas guerras bajo la bandera del ANZAC. Estos archivos pueden consultarse en una página web: http://discoveringanzacs.naa.gov.au/ Aquí encuentras todo tipo de información, como fechas de alistamiento, condecoraciones, fecha y lugar de la muerte e incluso el nombre de los caballos, junto con fotos y las fichas militares escaneadas.
Gracias a que Pablo además tuvo que realizar un trabajo sobre el ANZAC (como no), aprendimos que su símbolo es la red poppy (amapola), que recuerda a todos los caídos en acto de servicio. Esto se debe a que durante la Primera Guerra Mundial las amapolas eran las primeras flores que brotaban en los campos devastados por las batallas en el norte de Francia y Bélgica. Los soldados inventaron la leyenda de que el color rojo de las amapolas venía dado por la sangre derramada de los soldados.
Entre las actividades programadas en el cole, el viernes realizaron en el patio un “memorial” al que incluso asistieron militares, en activo y retirados, que viven por la zona. A Pablo, que es más mayorcito, le explicaron en clase que durante el memorial debía estar serio todo el tiempo; nada de hablar, ni sonreír, ni mucho menos reírse. El pobre no sabía muy bien cómo tomarse todo eso. Y a Ángel, cuando le pregunté que qué le había parecido el día, me dijo que muy triste. Que no sabía que estaban diciendo pero que le habían dado ganas de llorar. Os podéis hacer una idea de la atmósfera que se vive para que un niño, que no entiende siquiera de lo que se está hablando, sienta esa emoción.
Pero el momento culminante del ANZAC es el Dawn Memorial. La madrugada del viernes al sábado se realizan, en multitud de puntos del país, vigilias al amanecer, con ofrendas florales incluidas. El colegio de Pablo fue invitado a participar en el memorial de Holland Park, hasta donde llegaría desfilando con su colegio para depositar una corona de flores. De veras que teníamos intención de asistir, e incluso pusimos el despertador, pero cuando sonó a las cinco de la mañana, el espíritu del ANZAC no nos había invadido lo suficiente para realizar tan espartano esfuerzo. ¿El año que viene quizás? Eso sí, millones de australianos, motivados por la festividad, cumplieron con su obligación moral y fueron a rendir tributo a esas horas intempestivas. Os dejo un enlace donde podéis ver las fotos del Dawn Service más importante, el que se realiza en la capital, Canberra, en el monumento a los caídos: https://www.flickr.com/photos/australianwarmemorial/albums/72157666977696530
Ese mismo sábado, a las nueve de la mañana, y tras una semana monotemática, decidimos poner el broche con el desfile militar. Puestos a vivir la experiencia australiana a fondo, no nos podíamos dejar nada detrás. Para hacerlo un poco más divertido, decidimos aparcar en la parte sur del río y llegar al CBD en el Citycat (el servicio de ferry que navega por el río Brisbane). Quedamos con Keith y Nicky, la pareja que nos alquiló el apartamento de debajo de su casa cuando vinimos en Noviembre pasado, y sus dos niños pequeños. Cuando estuvimos aquí nos caímos bien mutuamente, y teníamos pendiente quedar para vernos tras instalarnos en Brisbane. Así que como ellos también asistían el desfile vimos una ocasión perfecta.
Al principio pudimos ver desfilando a los distintos cuerpos del ejército: aire, tierra y marina. Todos uniformados, marchando al ritmo de las bandas militares o a caballo. De vez en cuando algún vehículo militar y algún tanque. Pero esta parte duró poco.
Enseguida pudimos empezar a ver los cuerpos de veteranos. Algunos incluso conduciendo vehículos militares del siglo pasado, que por lo visto son propiedad privada y los dueños los cuidan con mimo todo el año para que estén en perfectas condiciones para el desfile de cada 25 de abril. Lo curioso del tema es que la gente empezó a aplaudir a rabiar con el paso de los veteranos, más que cuando desfilaron las tropas regulares. Cada unidad iba precedida de una suerte de estandarte donde se mostraba su nombre, su escudo y todas las guerras o batallas en las que habían participado. Desde unidades de inteligencia a las de comunicaciones e incluso suministros o trincheras. Allí estaban todos, con su pelo cano, algunos luciendo uniforme; otros ya en silla de ruedas o con bastón e incluso nietos e hijos de soldados fallecidos, portando las condecoraciones que sus seres queridos ya no pueden desfilar (con la única excepción de que los descendientes deben llevar las condecoraciones en el lado derecho en vez de en el lado izquierdo)
No sé cómo explicar con palabras el ambiente que se vivía al paso de estos supervivientes. La gente aplaudía realmente agradecida, reflejando en sus rostros un reconocimiento sincero. Y en medio de estas ovaciones, investidos de la solemnidad del ceremonial, los veteranos recogían esas muestras de cariño con orgullo. Puedes estar de acuerdo o no con el ejército y lo que ello significa. Pero a mí me emocionó profundamente el respeto de la sociedad australiana por sus mayores. Que cada año se reúnan en torno a ellos y les recuerden que su esfuerzo no se olvida y que tienen para siempre la gratitud de las generaciones venideras, a las que les inculcan desde bien temprano la responsabilidad de honrar su memoria.